Por Jaime Esparza
“La madrugada del día 10 del mes y año citados, el sagaz Berthelín mandó algunos soldados adelante como exploradores, mismos que fueron aprehendidos por las fuerzas mexicanas al poco rato de haber salido. Momentos después, Berthelín salió al frente de su contraguerrilla compuesta por franceses y mexicanos traidores. Sólo habían caminado unos cuantos pasos cuando por todos lados se escucharon gritos y nutridos disparos de fusilería que comenzaron a hacer estragos en las fuerzas imperialistas, que, sobreponiéndose a la sorpresa y con un jefe tan intrépido como era Berthelín, se defendieron con bizarría al extremo de que durante toda la mañana, no se vislumbraba la victoria a favor de ningún bando. A las diez de la mañana se combatía ya cuerpo a cuerpo con todo ardor por ambos lados. Como al mediodía algunos franceses y traidores comenzaban a huir. A las tres de la tarde, los patriotas mexicanos con su jefe don Julio García a la cabeza, arremetían con gran bravura contra sus enemigos; fue a esa hora cuando cayó muerto acribillado por las lanzas mexicanas, el segundo jefe de la contraguerrilla francesa, Conde de Moynier Chamborand. Desde este momento, franceses y traidores comenzaron a flaquear más y más a pesar de los esfuerzos y voces de mando de Berthelín. Nuestros chinacos se crecían viendo ya muy cerca la victoria y ya se apresuraban a dar el último asalto, cuando los jefes de ambos bandos, que ya rato se buscaban, se hallaron y al verse, se acometieron con fiereza. Una imprecación en castellano y otras en francés y el terrible chocar de dos sables fue lo que se oyó al comenzar aquel singular combate cuerpo a cuerpo entre el patriota General Julio García y el invasor francés Berthelín. Después de un breve pero durísimo cambio de golpes, cayó gravemente herido el francés a los pies del mexicano. Don Julio preguntó al caído qué hubiera hecho con él si la suerte hubiera sido contraria, el vencido contestó con valor y arrogancia: “Te acabaría de matar, Julio”; entonces el General García cortó de un tajo la cabeza de Berthelín.
Es fama que don Julio García limpió muy bien el cráneo de Berthelín y lo llegó a usar como jícara para bañar a su caballo y que, después de usarlo, lo colgaba en algún garabato para que oscilara diciendo “mécete Berthelín”.
Aquel combate duró todo el día. Los guerrilleros mexicanos se cubrieron de gloria, de la que fueron partícipes para orgullo nuestro, los chinacos chinicuilenses Antonio Méndez, jefe del grupo; Evaristo Guerrero, Arcadio Silva, Julio Rojas, Marcelino Magaña, Mateo Serrano, Juan Molina, Felipe Anguiano, J. Jesús Escareño y Pedro Acevedo.
Con la acción de armas descrita, quedó esta región libre de invasores y traidores armados.
Los movimientos armados internos habidos durante los restantes años del siglo XIX, no afectaron la vida de la casi desconocida región de Chinicuila, la que, al igual que todo el país, a poco entró en el letargo agobiador de la dictadura porfirista, cuya carga soportó abnegadamente y los desheredados siguieron labrando la tierra para los patrones, para los terratenientes que habían adquirido grandes terrenos vendidos bien o mal por el Gobierno de Don Porfirio Díaz y del Gobernador Mercado.” FIN.
POSDATA: Como corolario a esta narrativa, en 1966, al cumplirse el primer centenario, las autoridades develaron un busto del Gral. García, habiendo participado como orador oficial el inolvidable y distinguido abogado chinicuilense Guillermo Morales Osorio, quien, se dice, mantenía un lejano parentesco con el homenajeado.
Lic. Jaime A. Esparza Cortina.