COAHUAYANA, Mich., 12 de octubre de 2022.- Apenas iban a ser las 13 horas y en el corazón del pueblo de El Ranchito se vivía una tarde calurosa, con un tráfico intenso de vehículos por la avenida principal, con mucha gente en la calle y en el puesto de agua de coco y frutas picadas de la señora Meche que no se daba abasto para atender a los clientes, cuando de pronto, a las 13:05 horas, sin previo aviso, de manera totalmente inesperada, sorpresiva, inició un terremoto que hizo a la tierra sacudirse violentamente, mucho muy fuerte, con repetidos chicotazos de oriente a poniente que duraron una eternidad, los que tumbaron o hicieron ponerse de rodillas a muchos que no tenían cerca de donde asirse, y a otros los mantuvo abrazados a árboles, postes, bardas y lo que se pudiera para no caer, no faltando quienes lloraron y gritaron por el miedo que les dio no tener un piso firme y ver caer de todo, desde objetos en casas y comercios, hasta bardas, tejas, techos y muchas cosas más.
La sorpresa y lo violento del terremoto apanicaron a la gente, que una vez pasado lo más fuerte del movimiento telúrico empezaron a buscar a sus familiares y seres queridos, unos corriendo a encontrarse con ellos, otros con llamadas de celulares cuya señal era intermitente, y los que traían vehículos en imprudentes carreras a toda velocidad, todo en cuestión de minutos y pese a que el suelo seguía moviéndose, pero sobre todo escuchándose con ruidos subterráneos, algunos fuertes y otros menos, pero todos igualmente preocupantes.
Ni 15 minutos habían pasado después de ocurrido el terremoto, cuando por la avenida Constitución de El Ranchito a la altura del sitio de taxis empezó a notarse el desfile de camionetas llenas de gente, la que a través de las benditas redes sociales se enteraron de la falsa versión surgida quien sabe dónde, de que el mar se había salido como un gran tsunami y avanzaba con una gran ola tapando pueblos, huertas y todo a su paso, por lo que la prioridad era huir, escapar, irse pronto, rápido, ya, a la montaña… y casi todos eligieron protegerse en los pueblos de Santa María Miramar y El Saucito.
¡Súbanse, les hacemos campo!, ofrecían amigos que aseguraban: ¡ahí viene el mar, ya está a la entrada de El Ranchito, córranle, vámonos!, y de nada servía que les dijeran que no era verdad, no escuchaban, solo querían huir a la montaña… y para allá se fueron.
El tsunami del mar no ocurrió, pero si el de la estampida de gente apanicada que amontonada en todo tipo de camionetas, carros y motos, y hasta en bicicletas y a pie, hicieron lo nunca visto en el municipio, un embotellamiento vehicular que iba desde la salida a Zapotán en Coahuayana de Hidalgo hasta Santa María Miramar, ocupando los dos carriles del camino en un único sentido con rumbo a la montaña, para escapar de una ola marina que solo existió en la mente llena de miedo por el terremoto ocurrido y por las falsas versiones difundidas en las redes sociales.
En la estampida, con la gente apanicada, muchos conductores con el rostro desencajado por la angustia y desesperación crearon momentos difíciles al intentar rebasar a los vehículos parados en el embotellamiento, y hubo roces entre la gente que huía a la montaña, y más cuando la policía intentó hacer regresar a la gente diciendo que no era verdad que el mar se había salido, lo que dio lugar a que la turba rebasara a la autoridad y la hiciera a un lado para continuar con su escape a Santa María Miramar y El Saucito.
En Santa María Miramar, a la llegada de los primeros vehículos estos se dirigieron a estacionarse en el cuidado campo de futbol de la localidad, lo que dio lugar a que los deportistas locales se molestaran y con un arma larga intentaran parar la invasión de su cancha deportiva, pero también fueron rebasados y de esta manera vieron cómo, como nunca, todos los espacios públicos y las calles se llenaron de carros y de gente apanicada que clamaba porque los dejaran quedarse para no ahogarse en el mar que nunca se salió de su lecho marino.
En El Saucito, al pie del cerro de la Aguja, también llegaron vehículos de gente apanicada, muchos de los cuales estaban dispuestos a subir a pie a las montañas que marcan los límites municipales de Aquila, Coahuayana y Chinicuila, empero, la realidad se impuso y se quedaron dónde estaban.
Más tarde, horas después, el éxodo del regreso se dio paulatinamente, eso sí, después que todos los fugados intercambiaran su experiencia de como vivieron el terremoto, conociéndose así de primera mano y de manera preliminar los daños que dejó el fuerte movimiento telúrico que por la madrugada del martes 20 despertó a todos con una fuerte réplica, que ya no generó la expectativa de que el mar se salió de su lecho.
Finalmente, tras la lamentable experiencia vivida por muchos coahuayanenses apanicados por el terremoto del 19 de septiembre anterior que creyeron la falsa versión difundida en las redes sociales de que el mar se había salido, solo queda pedir a las autoridades que consideren mantener siempre en buenas condiciones el camino a Santa María Miramar, porque ya se vio que es la ruta de escape de la población para cuando de verdad haya una contingencia de tsunami, y por supuesto, la de tener un plan de evacuación para que no suceda lo de esta vez.