Por Aldo García Caballero
Este año es de los más dolorosos por la ausencia prolongada de mi padre, una ausencia que fue y sigue siendo forzada. A nadie le deseo tanta espera de justicia, a nadie le deseo que lo borren de la faz de la tierra, que lo escondan para siempre de su familia, de sus hijos, de sus hermanos, de su esposa… el tiempo no cura todo, no cura ausencias, no contrarresta el tiempo que estuvo con nosotros. Nada se hace más fácil con el tiempo. Nunca es fácil resignarse a haber perdido a alguien. Nunca es fácil sentir que quieren que lo olvides, que renuncies a darle de nuevo espacio en este mundo. Ya fue demasiada espera, ya fue demasiada ausencia.
Hoy como cada año y cada edición, exigimos y les recordamos a todas aquellas autoridades que ahora duermen en paz, que fracasaron, que el tiempo los convirtió en aquellos que lo detuvieron aquel 20 de noviembre cuando ya se dirigía a casa… ojalá nunca se lo hubieran llevado, ojalá nunca hubieran marcado a mi familia para siempre como lo hicieron, la marca eterna, la espera en agonía, los cumpleaños que no lo hemos festejado… ya 17 años sin poder abrazarlo. No le deseo la ausencia forzada a nadie. La injusticia mata, te mata desde dentro.
Estar sin poder estar, recordar sin poder abrazar y escuchar sin poder alcanzar.
Llevamos 17 años editando el periódico sin él, sin poder entender en la vida que significa esta ausencia que sólo crece.
Seguimos envejeciendo y me hubiera encantado ver sus arrugas, sus canas, sus nuevas manías, me hubiera encantado que conociera a sus nietos. Me hubiera encantado que estuviera presente en mi vida… hoy está presente de otra manera, por lo menos en nuestra cabeza sigue su rostro igual.
Lo extrañamos diario, nada de esto se vuelve más fácil.
A 17 años cada institución encargada de vernos a la cara ha volteado a otro lado, ha cambiado titular o ha desaparecido. La justicia evidentemente es ciega, la justicia no funciona para proteger a los nuestros, a los hijos, a ninguna madre… alguna vez usé el término de terrorismo de estado para señalar lo que estaban haciendo con el caso de mi padre, ese estado que necesita que pasen los años para sentir que hacen justicia.
El tiempo no lo cura todo, lo vuelve más borroso: A 17 años estoy seguro que ningún actor material de la desaparición de mi padre sigue vivo y sin embargo ese poder político de los autores intelectuales sigue vigente, siguen ocupando puestos de poder, impunes, más fuertes y más influyentes.
A ellos no les conviene la memoria, no les conviene que sigamos gritando, que sigamos editando el periódico tras 17 años. Porque seguimos esperando, seguimos exigiendo, seguimos presentándonos en la Fiscalía y seguimos obligándolos a no olvidar su nombre y nuestros rostros… yo tenía 16 años cuando recibí esa llamada, yo estaba estudiando la secundaria cuando mi familia se desmoronó.
Lo único que se les pide es que hagan su trabajo… Y este año ya pasé la mitad de mi vida esperando, esperando que nos digan qué pasó esa noche, qué pasó con mi padre y qué pasó con su cuerpo.